Esta es la continuación de la entrada titulada La historia de los sudokus.
Un día de mediados de mayo de 2005 tuve una llamada de la redacción de la revista Muy Interesante en la que me preguntaban si conocía los sudokus, un nuevo pasatiempo que estaba arrasando en Europa. En aquellos momentos en España no se conocía ese nombre, y yo de hecho tuve que hacer lo que hacemos todos en estos casos para no hacer el ridículo: entrar en Internet. Y descubrí que no eran otros que los Colocanúmeros (o Number place que había visto en la revista Games americana a finales de los 90)
No lo había intentado nunca, pero diseñé mi primer sudoku a los dos días, «a mano», y enseguida descubrí que, para hacerlos bien, con seguridad de no cometer errores, y sobre todo para hacerlos rápido, la solución era generar o buscar un programa que sustituyera mi proceso mental y descubrí que había uno diseñado por Wayne Gould, un neozelandés que descubrió el pasatiempo siendo juez jubilado de Hong Kong, y se convirtió en su «evangelizador» en el Reino Unido, y por tanto el que más hizo porque triunfara en Europa.
El programa, hecho en Java por Pappocom, era una maravilla para el momento (ahora ya hay muchos y muy sofisticados) y fue el que no me quedaba más remedio que utilizar si quería producirlos con la suficiente rapidez como para hacer un libro de forma inmediata. No era fácil pero sí posible, y lo primero que hice fue contactar con la editorial Aguilar, que ya me había publicado en su sello El Papagayo mi primer libro titulado El rompecocos. Recuerdo que para entonces era primeros de junio, y me despidieron con buenas palabras: —Lo estudiaremos y ya te diremos algo—. Como sabía que esto no era cosa de dejarlo escapar, les insistí que era un pasatiempo que iba a triunfar en cuestión de semanas, cuando el primer periódico lo sacara en su sección de ocio, y ya había varios interesados en el trabajo de Pappocom.
Pasaron sólo dos días cuando me llamaron y me preguntaron si sería capaz de hacer el libro de sudokus en un mes, para sacarlo en verano. Por supuesto les dije que sí, pero les advertí que sería ya tarde para ser los primeros. Vuelta a dejarlo en suspenso.
Por fin hicieron la llamada definitiva: —Estaremos en condiciones de poner el libro en la calle a primeros de julio si tú nos das el libro en una semana—. Acepté, y fue batí mi récord porque al cabo de una semana tenía la versión PDF del libro de 124 páginas, con 200 sudokus, listo para imprimir y efectivamente, a primeros de julio, una semana antes de que la editorial La esfera de los libros, del periódico El Mundo, sacara su libro homónimo, pude ver en las librerías el mío, con lo que las ventas se dispararon en las primeras semanas y trajo consigo una secuela de varios más.
Uno de ellos fue toda una investigación sobre las posibilidades del pasatiempo, y lo llamé Supersudokus. Además de los clásicos sudokus de 9×9 incluí:
- sudokus mini, de 2×2 para niños; de 6×6 ¿para jóvenes?; de 12×12 con letras, números y combinados; sudokus de 16×16, para gente entusiasta, con regiones cuadradas como el mini y el clásico.
- sudokus encadenados, que tienes que resolver uno para poder resolver el otro.
- los que llamé Tridoku y Pentadoku, que combina 3 o 5 sudokus encadenados de diferentes tamaños.
- el Wordoku, que tiene letras en vez de números para descubrir una palabra escondida en la fila central.
- Paresku, donde se marcan las casillas de números pares como pista adicional.
- Romboku, igual que el de 9 pero girado 45º. Sólo para fastidiar 😉
- Diamantes, que se compone de tres rombokus unidos entre sí dos a dos por una región común.
- Puzle, donde daba las regiones separadas y revueltas para colocarlas primero adecuadamente y luego resolverlo.
- Dadoku, sudoku de 6×6 con dados en vez de números como pista (o más bien «despista»)
- Sumoku, de los más difíciles, que se daban grupos de casillas marcados y como pista su suma.
- Mayorku. Un sudoku mudo en el que la pista son los típicos angulitos de mayor que o menor que entre casillas, lo que sirve para ir situando los números adecuados.
- Digiku, en el que los números se mostraban con los segmentos típicos de los números digitales, pero claro, con algunos segmentos «fundidos», con lo que ya no era una broma resolverlos.
- Sudoku VIP, de los más divertidos, porque hay que descubrir el nombre de un personaje a medida que resuelves el sudoku, y si lo identificas por la ilustración que hacía de ellos, entonces ya tenías más pistas.
Y ahí tenéis los iconos identificativos de todos ellos:
Como veis toda una investigación, y ¡en noviembre de 2005! En otro momento os subiré ejemplos de algunos de ellos.
Supongo que ahora comprenderéis el subtítulo de esta entrada del blog: La carrera por ser el primero.
Enlaces de interés:
– El programa Pappocom, la joya de Wayne Gould.
– La página de Wikipedia sobre los sudokus, donde aparecen algunos de los que publiqué en aquellos días de la prehistoria de los sudokus.