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El Desafío Da Vinci

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Portada del libro

Esto de viajar con la imaginación sin duda tiene sus ventajas cuando se trata de escribir un libro, pero es necesario complementarlo con un conocimiento de la época y el personaje para que podamos decir que es creíble. Y es lo que hice cuando la Editorial Anaya me pidió que escribiera un libro en torno a Leonardo Da Vinci para su sello Editorial Oberón.

El resultado fue El Desafío Da Vinci.

Comencé llenándome la cabeza con su biografía, la época en que vivió, los personajes de todo tipo con los que se relacionó, el conocimiento vulgar de entonces y el particular del artista que, como los grandes polímatas del Renacimiento, sabía de todo y de todo lo que sabía, sabía mucho. Es casi lo contrario de los grandes especialistas de la actualidad que tienden inexorablemente al pleno conocimiento pero sólo de aspectos recónditos de alguna ciencia, arriesgándose a convertirse así en “superespecialistas” que podríamos decir que saben infinito de nada.

Pero sin duda Leonardo era además un personaje muy singular con una manera diferente de ver la vida, seguramente fruto del enorme bagaje contenido en su “mochila” cultural, y me propuse abrir de alguna manera esa mochila para curiosear.

Y ya de puestos ¿por qué no imaginar el acceso en un extraño vórtice temporal y plantificarme allí donde se encontraba Leonardo en cada momento? Sería fantástico estar presente, como un invisible espectador, en medio de conversaciones, juergas, riñas, discusiones y, en definitiva, imaginar cómo sería su vida diaria en su estudio con sus alumnos, mecenas y amigos. Así fue como nació lo que podríamos decir que era mi propio Leonardo, el personaje al que admiraba desde siempre.

Comencé a diseñar retos y problemas, que pudieran ser conocidos por los alumnos (su íntimo amigo Salai, el genial pintor Francesco Melzi, o el monje matemático Luca Paccioli, entre otros) y el mismísimo protagonista, y establecí para cada uno de ellos un diálogo que diera contexto a cada reto planteado. Pronto me di cuenta de que sólo con alumnos era difícil y podría llegar a ser monótono para el lector, por lo que añadí a los mecenas que lo contrataron, como Ludovico Sforza, el famoso Ludovico “El Moro”, que nació el mismo año que Leonardo y con el que se relacionó de manera muy estrecha, o los Médicis, que le contrataron más de un trabajo, o los Papas de su época, o incluso reyes como Francisco I de Francia en cuyos brazos dice la leyenda que murió.

Escribir casi 200 retos como mero espectador no sólo era ya un reto en sí mismo sino que era importante que no me aburriera y así fue como di una vuelta de tuerca al libro escribiendo 10 desafíos, completamente diferentes a los retos en cuanto a su dificultad. Para estos hice en primer lugar que Leonardo, y sólo él, pudiera verme y de esta manera establecer imaginativas conversaciones. Una tableta repleta de conocimientos me serviría para asombrar al genio y no quedar demasiado en ridículo.

En segundo lugar establecí un diálogo en cada uno de los desafíos, siguiendo los vastos conocimientos de Da Vinci, con lo que hablamos sobre escultura, pintura, arquitectura, máquinas, geografía, anatomía, historia, naturaleza, criptografía y su propia biografía. Fue algo fantástico intercambiar información con él y ser testigo de cómo escuchaba, se sorprendía, admiraba lo que le contaba de la actualidad, pero también aportaba sugerencias, ideas y formulaba preguntas que no parecían lógicas para alguien que vivió hace más de 400 años. Es lo que tiene ser genial.

En tercer lugar me pareció interesante dividir los desafíos en dos partes: una de planteamiento, que se desarrollaría en el propio libro, y otra en Internet, en una dirección específica para cada uno de ellos, a la que se accedía desde un QR en un claro guiño tecnológico para poner en un pequeño brete al lector.

Y por último, para rizar el rizo, el conjunto de los 9 primeros desafíos conforman una especie de superdesafío que cristaliza en el décimo, donde indirectamente se utilizan todos ellos, con el objetivo final de descubrir un curioso y muy desconocido personaje, también polímata como Leonardo.

 

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